La sabiduría de Dios renueva el universo. Entra en las almas de cada generación y forma en ellas amigos de Dios. Se despliega de un extremo al otro del mundo.
Sabiduría 7:21-30
El rey Jorge II de Inglaterra dijo en 1773 que sus colonias norteamericanas tenían poca inclinación a organizar una revolución. Muy poco después estalló la Guerra de Independencia de Estados Unidos y el monarca quedó en ridículo. Muchos años después, un oficial de la White Star Line dijo que era imposible que el Titanic, su transatlántico más reciente, se hundiera. En 1939, el New York Times declaró que el problema de la televisión era que la gente tenía que mirar fijamente una pantalla y que el norteamericano promedio no tendría tiempo para ello. Cualquier comentario a esta bobería sería ocioso. Un profesor británico de astronomía dijo, a principios del siglo XIX, que viajar por el aire a altas velocidades sería imposible, porque los pasajeros se sofocarían.
Jesús dijo: “Andad entre tanto que tenéis luz, para que no os sorprendan las tinieblas” (Juan 12:35)… Practique cada precepto de la verdad que le fue presentada. Viva cada palabra que sale de la boca de Dios y, como resultado, seguirá a Cristo en todos sus caminos… El Señor no rehúsa dar el Espíritu a quien se lo pide. Cuando la convicción toca las cuerdas sensibles de la conciencia, ¿por qué no prestarle oídos, para escuchar la voz del Espíritu de Dios? Cada vacilación y postergación nos sitúa en una posición en la que nos resulta cada vez más difícil aceptar la luz celestial y, por último, parece imposible que las admoniciones y advertencias nos impresionen. Los pecadores expresan cada vez con mayor facilidad: “Ahora vete; pero cuando tenga oportunidad te llamaré” (Hech. 24:25)…
Del mismo modo, en nuestras relaciones entre creyentes, para nuestro bien espiritual, es necesario que haya intercambios personales «cara a cara». En efecto, sin verse, ¿cómo se podría transmitir la dulzura de una sonrisa, la inflexión de la voz, el lenguaje de gestos y todas las actitudes que expresan el afecto que sentimos por alguien? ¿Cómo ponerse de rodillas para orar juntos? ¡Cuántos malentendidos, divergencias e incomprensiones habrían sido evitados si una carta, un mensaje electrónico o una llamada telefónica hubiese sido reemplazada por un contacto directo!
Como cristianos, sólo podemos estar de acuerdo con la idea de que no hay que quedarse con ese sentimiento de culpabilidad, pero la pregunta es cómo conseguirlo. A menudo se nos invita a buscar en nuestro pasado, para analizar el proceso que nos llevó a cometer una mala acción. Pero en medio de esta búsqueda corremos el riesgo de olvidar las nociones del bien y del mal. Tratando de tranquilizar nuestra conciencia, olvidamos que cada uno es responsable de sus actos, primeramente delante de Dios, y luego ante nuestros semejantes.