martes, 19 de febrero de 2013

Verse y Hablarse

Como en el agua el rostro corresponde al rostro, así el corazón del hombre al del hombre. Proverbios 27:19
(Cuando vio a sus hermanos) Pablo dio gracias a Dios y cobró aliento. Hechos 28:15
Vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el cordero de Dios, que quita el pecado del mundo… Y yo le vi, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios. Juan 1:29, 34

Los bebés criados en los orfanatos por personas que continuamente llevan una máscara en su rostro por motivos de higiene, corren el riesgo de no desarrollarse de forma normal, pues no ven sonrisas ni oyen esas palabras llenas de amor que acompañan los cuidados debidos a los más pequeños.

Del mismo modo, en nuestras relaciones entre creyentes, para nuestro bien espiritual, es necesario que haya intercambios personales «cara a cara». En efecto, sin verse, ¿cómo se podría transmitir la dulzura de una sonrisa, la inflexión de la voz, el lenguaje de gestos y todas las actitudes que expresan el afecto que sentimos por alguien? ¿Cómo ponerse de rodillas para orar juntos? ¡Cuántos malentendidos, divergencias e incomprensiones habrían sido evitados si una carta, un mensaje electrónico o una llamada telefónica hubiese sido reemplazada por un contacto directo!

Retengamos el ejemplo de nuestro Señor Jesucristo, quien no se conformó con hablarnos desde el cielo, sino que él, el Dios de toda eternidad, vino en persona hasta nosotros bajo forma humana, para que los hombres pudiesen verlo y hablarle. El mismo Jesús se acercó a un leproso, a un minusválido y a una mujer culpable. Los escuchó, los miró, los tocó y les habló.

¡Tenemos tanto que aprender viendo a Jesús caminar en los evangelios (Juan 1:36), y dejándonos sondear y enseñar por sus palabras!

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