¿Qué Dios como tú, que perdona la maldad…? …Echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados.
Algunos psicólogos afirman que el sentimiento de culpabilidad puede afectar la plenitud de la personalidad humana. Según ellos, es necesario superar ese sentimiento para construir un equilibrio psicológico armonioso.
Como cristianos, sólo podemos estar de acuerdo con la idea de que no hay que quedarse con ese sentimiento de culpabilidad, pero la pregunta es cómo conseguirlo. A menudo se nos invita a buscar en nuestro pasado, para analizar el proceso que nos llevó a cometer una mala acción. Pero en medio de esta búsqueda corremos el riesgo de olvidar las nociones del bien y del mal. Tratando de tranquilizar nuestra conciencia, olvidamos que cada uno es responsable de sus actos, primeramente delante de Dios, y luego ante nuestros semejantes.
Dios desea quitar la culpabilidad que carga a todo hombre, y sólo Él puede hacerlo. Sin embargo, Dios no trata a la ligera el mal, ni excusa ningún pecado. Ante sus ojos santos, todo pecado merece un juicio; pero el inmenso amor de Dios intervino hacia los hombres, y Jesucristo aceptó sufrir ese juicio en lugar de todos los que reconocen su estado pecaminoso y depositan su confianza en él. Y como su Hijo pagó el precio, ahora Dios puede perdonar, olvidar todos los pecados de los creyentes y borrar de ellos toda culpabilidad.
Ahora Jesús invita a cada uno a aceptar su gracia y alegrarse en su promesa: “Nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones” (Hebreos 10:17).
“Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada” (Salmo 32:1).
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